martes, 20 de febrero de 2018

Bioluminiscencia


Un problema es que he dejado de lado la cuestión biológica para explicar las características de los lampíridos e intento una explicación filosófica. Pero los orígenes de las especies no se pueden explicar por la filosofía. Lo humano no explica lo natural. ¿Acaso la aparición de los primeros lampíridos se debió a los problemas antrópicos? La pregunta sale sobrando.

Hay dos formas de explicar la apirición de los lampíridos. Según Darwin, los lampíridos aparecieron porque el azar llevó a uno o dos seres a convertirse en lampíridos, y su característica fue tan conveniente que se reprodujeron ventajosamente y se consolidaron como población. Es decir, los lampíridos aparecieron por el azar natural y subsistieron por conveniencia. Creo en otra forma de interpretarlo, y podría decir que los lampíridos aparecieron porque al mundo le hacían falta lampíridos.

Si ella fuera animal, sería un lampírido.

Llegó al corazón del bosque, y escogió el lecho más oscuro, en la noche más oscura. Y sigue ahí.

Y se rodeó de lobos, lechuzas y serpientes. Así es el mundo, rodea a los lampíridos de lobos, lechuzas y serpientes. Y cosas peores. Y, si acaso existe algo sobrenaturalmente jodido, no me sorprendería que también la rodeara, junto con los lobos, lechuzas y serpientes.

El problema es que no se mueve, primero, porque no puede. Segundo, porque los lampíridos solo saben hacer lo que naturalmente saben hacer. No se si cuando crezca podrá moverse y lo hará. Lo único que sé es que ahora mismo nos ilumina en la oscuridad cuasipermanente. Nuestro bosque está cerca de los polos, y es invierno. El sol no ha aparecido, ni lo hemos ido a buscar.

La oscuridad también causa que los lampíridos no puedan ver. Entonces, hacen lo que hacen, y los demás aprovechan, y se acostumbra. Y cuando los lampíridos dejan de ser lo que hacen, entonces los demás se molestan.

Y viene el problema del color. No puede ver porque el bosque es oscuro, y vive con la esperanza de descubrir, después del invierno que el mundo es color de rosa.

Algún día tendré que explicarle a mi cocuyita que el mundo no es color de rosa. Así como la vida (o más bien, la muerte) me obligó a explicárselo a su hermana cuando estaba aún muy niña.

Algún día tendré que explicarle que el mundo no es color de rosa, y no tengo la más mínima idea de como hacerlo. Ojalá que la vida no se encargue de enseñárselo de golpe. 

domingo, 7 de agosto de 2011

Aprovechando la situación

Unas porciones de mis notas del 2010. Cuando esto comenzaba.

Viernes 29 de octubre de 2010
Casi muere una de las personas que anduvo con nosotros. Según el médico, era cuestión de minutos. “El Golpe de Calor”. Insolación. Es difícil subir y bajar lomas en esta zona tan húmeda, con tanto calor. Más de 40 grados.
El señor T también tuvo problemas. Se perdió en la selva un rato, como una hora. E hizo que otros se perdieran. Confió en el GPS. Puto GPS, perdió señal debajo de los árboles. Cayó al fango como 4 veces en una hora. Algo debe estar mal. El señor T se sintió como la señorita Cocodrilo. Ella acostumbra caerse sin razón. Los demás pasaban como si nada por el fango y se hundían hasta la mitad del fémur. El señor T se hunde hasta la rodilla. Y se cae sin razón. Los demás simplemente caminan y ya: él camina y se cae.
Me di cuenta de que he aprendido un nuevo hábito. Completamente sin querer. Desde el lunes, todas las noches doy gracias a Dios por haberme permitido llegar vivo al final del día. Y todas las mañanas, por haberme permitido despertar vivo.

Sábado 30 de octubre de 2010
El Coca quedó atrás. Quito aparece como la esperanza de haber sobrevivido. “Sobreviví a la selva”, decimos. Nos engañamos un rato pensando en que ya la hicimos. Como se engañaba Paco Stanley, el día que invitó a su programa a Los Hermanos Carrión. Se mofó de ellos diciendo que “habían llegado en ambulancia, con su tanque de oxígeno”. A las pocas semanas lo mataron en el baño de El Charco de la Rana. Y los Hermanos Carrión siguen vivos. Simplemente, la vida no sigue lógica todo el tiempo. Igual y mañana me sale un pendejo cualquiera con un picahielo, me asalta, y me atraviesa. Sólo Dios sabe.

Lunes 15 de noviembre de 2010
Ecatepierdes. Acatepierdes.

Domingo 21 de noviembre de 2010
El señor T salió temprano de la casa. Abordó el autobús y comenzó las primeras tres horas de viaje. El autobús olió a quemado muy fuerte y causó pánico entre todos los pasajeros (cupo completo, por cierto). Pensó en abrir la ventana como salida de emergencia y brincar, sin importar lo alto. Luego siguió el aeropuerto. En Copa Colombia (antes Aero República) te llaman siempre por tu apellido siempre que se dirigen a ti durante el viaje. Y antes de aterrizar se acerca la aeromoza principal a decir “Señor T, gracias por preferir Copa Colombia, esperamos servirle pronto”. Con ese tonito rulo, tan agradable como si uno se acercara al paraíso. En Bogotá, Skype no funcionó para hablarle a los amigos, y no hubo tiempo de buscar alternativas. Luego aparece Quito de media noche. A dormir un rato. A ver que continúa.

Lunes 22 de noviembre de 2010
El señor T cruzó la Cordillera de los Andes en autobús, con el grupo de la expedición. El GPS marcó 3,400 metros de altitud en ciertos puntos. Había casas al lado de la carretera, cuyos predios terminaban a cientos de metros de distancia horizontal y vertical, cuesta arriba, en las montañas. Y gente allá arriba trabajando la tierra. El señor T pensó en que, si tuviera que subir, no llegaría ni a la mitad del predio antes de sufrir dos infartos. Con esa cuesta y esa altitud, aquí debería entrenar la Selección Mexicana de Futbol antes del viaje a Brasil del 2014.
La nieve de las montañas cambia por lo verde de la selva. Aparece la ciudad de Tena (El Tena, le dicen aquí). Luego una estación petrolera. Comienza la inspección. Luego vuelve a aparecer el familiar Río Napo. El hotel resulta estar en una aldea a un par de kilómetros aguas abajo, del otro lado del río. Hay que llegar por canoa. Viaje de 10 minutos por canoa. A descender de la canoa y luego una cuesta arriba con las maletas para llegar al hotel. Gringos por todos lados. Dicen que un suizo llegó por aquí, se enamoró de una nativa, se casó, y construyó el hotel. Luego la habitación, más rústica que nada, con un balcón que da a al Río Napo. El ruido de los pájaros y los murciélagos no deja dormir. Además, no hay tele, ni internet, ni señal de celular. Hay que subir al techo para que capte un poco de señal y leer correos electrónicos. Y a recordar que anochece a las 6 de la tarde.

Martes 23 de noviembre de 2010
Hablan mucho de huaoranis. Que no usan ropa. Ni hombres ni mujeres. Si acaso un taparrabo. Que a las mujeres, hay que mirarlas a los pechos más que a los ojos, o sabrán que uno tiene vergüenza. Que son lampiñas. Que, de acuerdo a nuestros estándares de vida, son “promiscuos”. Que comparten esposa e hijas, y que son polígamos. Que las mujeres, cuando ven a alguien a quien no conocen, sobre todo si es mestizo, llegan, abren la mano, estiran el brazo y miden el tamaño de los órganos sexuales de los varones, solo por curiosidad. Que hacen un poco de chicha masticando y escupiendo yuca en una palangana para que fermente y la ofrecen a los recién llegados (si la tomas, eres amigo, si no, enemigo, y morirás en minutos). Que matan solo por matar y sin remordimientos (preferiblemente atravesando lanzas). Que transmiten la hepatitis por la chicha (pero mejor arriesgarte a sufrir por el resto de tu vida por eso, pero sobrevivir, a ser muerto en minutos). Que en la selva caminan rápido y se comunican entre ellos haciendo ruidos de animales. Que roban, o bueno, no roban, sino que para ellos “lo que esté en su territorio es simplemente suyo”, y que esto incluye la ropa y artículos que los visitantes lleven consigo, y que les encanta Coca Cola. Que, cuando una jovencita cumple 12 o 13 años, ya es bien visto socialmente que uno (o varios) varones la tomen por la fuerza. Que no usan especias para cocinar, ni sal, ni aceite. Que son tan sanos que ni una gripa les da. Y longevos. Que en cuanto llegan contigo, te amenazan con sus lanzas, y que si ven que tienes miedo o bajas la mirada, te humillarán y acabarás perdiendo hasta tu ropa y posesiones.
Mañana iremos a zona huaorani. Esperemos a ver que sucede. Mientras tanto, hoy recién conocí gente interesante, en especial una persona que hace lo mismo que yo, en una compañía similar a en la cual trabajo. Mientras tanto, el señor T se ha enojado con algunos de los demás participantes de la expedición, pues pasaron la noche de parranda y a las tres de la tarde querían “irse a revisar información a una oficina”. Como si las muestras se tomaran en cinco minutos y con la mirada. Terminamos las inspecciones a las 5, listos para salir a tomar la canoa.


Miércoles 24 de noviembre de 2010
Los huaoranis nos han visto. Lo sé porque a la hora de cenar alguien ha dicho que, de alguna forma, el líder de la comunidad cercana llamó a Quito a reclamar que un helicóptero sobrevoló su territorio. Saben que el helicóptero hizo seis viajes, para visitar dos pozos petroleros abandonados en su región, que en cada viaje fueron siete personas. Dijeron cuantas mujeres y cuantos hombres. La verdad, no me sorprendí, yo lo sabía desde antes. Me habían dicho que ellos simplemente se cuelgan de los árboles a observar a la gente extraña, que a veces se acercan, a veces no. Que recorren, en promedio, cinco kilómetros por hora, a pie, en la selva. Mi GPS marca que yo camino a entre 4 y 5, y por caminos planos. En la plataforma abandonada Amigo escuché ruidos en la selva que sé que no eran de animales. Una “u” muy larga, luego una “o” muy larga. Como si estos cabrones hicieran yoga. Ruidos de pájaros que nunca había escuchado, ruidos de chicharras. Sé que eran ellos. Por más que los busqué en los árboles no logré verles, luego escuché que se camuflajean para no ser vistos.
Están enojados porque nadie les avisó que se iba a sobrevolar su territorio. Se supone que alguien lo había hecho, evidentemente no lo hizo. Lo que sí sé es que mañana iremos nuevamente, por tierra, y no sé cómo podrán tomarlo. Iremos a un pozo que está a 5 kilómetros de a donde fuimos hoy.
El Señor T se subió a un helicóptero. No para uno, ni dos, sino tres vuelos, de más o menos 10 minutos cada uno. Era un helicóptero mediano, para 10 pasajeros. Debo mencionar que, el vuelo en helicóptero le ha dado ánimos al Señor T pues fue muy organizado. Recordó que hay cosas en este mundo que siguen cierto orden, y que la gente involucrada sigue el orden, y le hizo distraerse un poco del desmadre que se vive generalmente acá. Lo único ordenado es el asunto del hotel (y eso más o menos, ya que me acabo de percatar que este suizo transa cobra $38 dólares, por persona, por el traslado diario en la canoa de 10 minutos).
Son las 10 de la noche y hay fiesta en la aldea. Que van a elegir a la reina de no sé qué. Se escucha música tipo cumbia, luego gente que canta (una chica está cantando, en este preciso momento, La Playa, de La Oreja de Van Gogh). Hace rato se detuvo la música y se oyeron tambores. Considerando que es de noche y estaba en la hamaca que da hacia la ribera del río, recordé Amigo, sentí miedo, y me metí a la habitación a terminar de escribir.
Dicen que mañana iremos a un pozo dentro de una aldea huaorani. Que es seguro que veamos y platiquemos con huaoranis. A ver qué tal nos va. Me han dicho varias frases que no debo decir enfrente de ellos, en su idioma, bajo pena de muerte inmediatamente aplicable, pero mi mente está tan cansada que mi memoria para eso simplemente no existe. Quizá sea la edad, y que ya no tengo la habilidad para aprender otras lenguas. Como el asunto de a droit, a gauche.
Sigo cubierto de ronchas en los pies. La comezón es más potente. Para cuando llego al hotel y puedo revisarme con la lupa de mi navaja suiza ya casi no hay luz natural y ya no alcanzo a ver a mis huéspedes rojos. Espero que sea lo mismo que la vez pasada, algo que simplemente se quite con agua caliente, alcohol y mentol. Y, daría casi cualquier cosa con tal de hablar con la señorita Cocodrilo. Pero al subirme al techo para tomar un poco de señal de celular me percato de que no está en casa. No doy con ella. Quisiera que me cuente el cuento del Cocodrilo. Aunque sea por teléfono. Aunque sea un par de páginas. Aunque solo me diga: “Un cocodrilo salió del río a dar un paseo, y se encontró… Un ratón pequeño que asusta a un elefante grande… una jirafa alta, que huele las nubes, y un escarabajo corto, que huele las flores…









Primer semana de un sueño no deseado.

Primer día: La llegada a Quito a la medianoche, con las luces amarillas distantes, el frío, la niebla y las siluetas de la cordillera bajo la luna hace recordar que se está lejos de casa. Pero el buen acento colombiano hace recordar a los buenos amigos, y se vuelve reconfortante.
Segundo día: Verde, verde y más verde. Humedad y calor. El aroma a petróleo de un pueblo olvidado. El napo. La pesadilla que no ha quedado atrás.
Tercer día: Una pequeña caminata a la orilla de un pantano recuerda que la experiencia indica que debo portar brújula. Meses después, llego a la misma conclusión: No me explico que haya nativos en esta región. La vida en algunos lugares parece imposible. ¿Quien puede asegurar que Darwin no se equivocó?
Cuarto día: Selva, selva y más selva. ¿Cómo pueden cuadrar números, números y números con la naturaleza? ¿Acaso los números son parte de ella?
Quinto día: Dicen que "nadie viene al oriente por voluntad propia".
Sexto día: Desesperación. 10 horas en un autobús atravesando la cordillera de los andes empieza a ser una opción válida cuando cuesta $10 USD y asegura descanso y control emocional. Pero el sueño vence, como pocas veces.

martes, 13 de octubre de 2009

Auditors and lies

The lies of an auditor:

1.- I am your friend.
2.- I am here to help you.
3.- I am not going to tell anyone.

Here is the truth:

1.- An auditor is never your friend.
2.- He is not here to help you (certainly, he does not give a piece of crap).
3.- He will always write a report.

Las mentiras del auditor:

1.- Soy tu amigo
2.- Estoy aquí para ayudarte
3.- No le voy a decir a nadie.

Las verdades:

1.- No es tu amigo.
2.- No está aquí para ayudarte (no da un comino por tí).
3.- Siempre va a escribir un reporte.

viernes, 9 de octubre de 2009

How good was Passporteau?

Passporteau was a good man, indeed. In India, he was the one with the nerve for saving that woman that was going to be consumed by fire as part of an Indian tradition.
But let´s be reasonably ascertain: Very few people in this world is good enough for risking their life in favour of others. I am not saying that this nice French guy is a bad person. I did not even know him (perhaps just Jules Verne can tell). But what I know is that he might had been one of those people in the world that take the risk in order to be famous (or at least, well-seen). Summarizing: he might have been looking for approval. I am sure that people on the 19th century needed approval just as much as us.
For some reason, my mind puts automatically the credit on Phileas Fogg. A man that is just as hard-looking as him, with no signs of feelings of beliefs, needs to have a truly good hearth for risking twenty-thousand pounds for saving another human being.

lunes, 5 de enero de 2009

La Carretera 57

4 de Enero de 2009: En algunos ratos, la carretera 57 parece no tener fin. Los cuatro carriles, a veces más o menos juntos, albergan la fila interminable de trailers y paisanos. Es simplemente, una de esas carreteras que uno conduce, más por necesidad, que porque ofrezcan algo interesante (además de la adrenalina de convivir durante horas con las filas de vehículos mucho más pesados que el tuyo que viajan a gran velocidad), sobre todo para quien la conduce por una razón: llegar.